Hoy he puesto el mantel nuevo. Hace años que usamos un mantel de cuadros color beige y blanco. Se rompió hace poco por el centro, el sitio por donde se dobla y se ponen las ollas de comida caliente. Se resquebrajó, así que compré uno nuevo, el más parecido que encontré: esta vez, color rosa claro y blanco. Aún me estoy acostumbrando.
El rosa combina mejor con la decoración y a Olivia le encanta. Eso me dice cuando coloca el jarrón que pintó el verano pasado encima de la mesa ¡Mira mamá! Combina con el mantel. Me dice como si fuera una señora mayor.
A Olivia le gusta jugar en el jardín hasta que cae la noche. Yo le digo que no se acerque a los gatos que pasan a nuestra parcela. Vale mamá, no les hago caso, me dice siempre un poco triste.
Un buen día, me di cuenta de que una gata rondaba nuestra casa. Poco tiempo después nos trajo cuatro cachorros. A mí no me hizo ninguna gracia y a Olivia le encantó. Después de muchos lloros, regalé a tres de los cuatro, y el cuarto se quedó con nosotros. Ahora somos dos más.
Mi marido tiene la costumbre de hacer la cena, así que cuando empieza a oler a comida se oye su voz desde la cocina: ¡A poner la mesa, chicas! Es el momento para Olivia de quitar su jarrón rosa de encima del mantel y ayudarme a poner los cubiertos.
Cuando se hace de noche y todos se han acostado, me gusta tumbarme en el sofá con la luz apagada, antes de irme a dormir. La gata siempre me acompaña. Se sienta encima del mantel y me mira. Sólo la dejo cuando estamos solas. Parece un jarrón. Me mira y mira hacia el jardín fijamente, como si viera mundos que están fuera de mi alcance.