domingo, 22 de octubre de 2023

Mimo

Aprendí a ser el reflejo silencioso de los demás, una sombra de cara blanca. Ser, solo cuando se es otro. Por eso cada día espero en el parque hasta que pasa alguien. Me acerco, le sigo, le imito; y así consumo el deseo de que mi presencia sea algo. Hasta que aparece ella. Me acerco, la sigo, la imito. A ella le gusta el juego. Eso creo. Me mira y puedo notar como mis gestos se sincronizan a los suyos. La mirada de sorpresa, la sonrisa. Tan natural como respirar. Mis brazos y piernas copian sus movimientos. El pasatiempo de cada día. 

Se me ocurre algo distinto esta vez. Traspasar lo cotidiano. Me lavo la cara. La suya se transforma de espanto al verme, como si se viese a sí misma. Cuando nos acercamos ya no somos dos. Pierdo partes de mí o gano las suyas, ¿quién sabe? Ya no sé si hay cuatro piernas, tres, dos. Cuatro brazos, tres, dos. Si soy o si somos. Tal vez es solo la ilusión de mi inexistencia. Cuando trato de alejarme, se queda sin sombra. Teme perder también su reflejo o su rostro. Todas esas cosas que le hacen ser ella. Así que me quedo. Me acerco más y más, hasta que llega la noche y todo se desfigura. Sin quererlo, he cruzado una línea sin retorno. Ha ocurrido lo inesperado. Dejar de ser nadie, para convertirme en otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario