sábado, 15 de octubre de 2022

Roberta

Sé que mi tía Roberta está conmigo. Cuando huele a humo de pipa. Cuando huele a muerto. Cuando apago las luces de noche y me envuelve la negrura. Un carácter así se impregna en las paredes.
 
Quítale esas ideas a tu tía, cariño, le decía mi padre a mi madre cuando Roberta aún vivía. Sentada siempre en el sillón, recortada su silueta en la ventana; fuma de su pipa, lee el periódico y se arrima la estufa a las faldas. Aquí tenéis que publicar mi esquela, hija, con letra grande mi nombre, como ésta. Que se vea la primera.
 
Ella se ríe con la boca abierta, la piel encogida como la de un acordeón. Unos pelos blancos salen de su calavera. Esta es la piedra que quiero para mi lápida. Esto otro ni se te ocurra, que parece un banco de cocina. Vale, tía Roberta. Y esta foto. No me pongas vieja que me meto en tus sueños después de muerta. Vale, tía Roberta. Ya hablo yo con la funeraria. He quedado con ellos esta tarde ¿Qué dices, tía Roberta?
 
Mi tía dice que hay que arreglarse para las citas, y que la suya es más formal porque se va sin dejar nada. Quiere ver como la llevan a enterrar. Sube al coche, metida en su ataúd y recorre el camino que separa su casa del cementerio. Fuma de su pipa. Mira el cielo. Ahí me voy, me dice, pero no directa. No he cometido pecados de hecho pero sí de pensamiento, hija. Reza por mí, a ver si llego al paraíso.
 
La señora está senil, decía mi padre, pero yo no le creo. Roberta dice que la muerte ya la visita. Se sienta y mira el sillón de enfrente con sus ojos resecos. Entre el humo de la pipa, me dice, entre el humo se me aparece la parca. Mira, niña, mira. Tienes que ser paciente para verla. Me sube sobre sus rodillas con sus manos de trapo. Entonces la oscuridad dibuja lo que la luz esconde. Es negra, niña, es negra, y sólo en lo negro se aparece. Es negra, niña, y sólo a los muertos viene a ver. Pero tú no estás muerta. Le digo, y Roberta se ríe como un cráneo viviente.
 
Mi marido no lo entiende, pero yo sé que mi tía está conmigo. A veces tengo miedo. Ese miedo hacia aquello que no quieres creer, por si creerlo te hace perder la cabeza. La busco, como ella buscaba a la parca, en la negrura. En el sillón, cuando todos duermen ¿Qué haces, cariño? Pregunta mi marido. Huele a pipa. Huele a muerto. Yo miro hacia el sillón vacío, paciente, a ver si el humo se mueve, a ver si aparece su silueta.